Mi pasión por el derecho penal y mi deseo por expandir el conocimiento que me transmitieron los profesores de la universidad, me llevaron a dar un paso muy importante en mi vida y mi formación: comenzar a trabajar como dependiente judicial en una reconocida firma de abogados. Con la idealización de la justicia en mi mente, me adentré en el mundo laboral con la esperanza de encontrar un sistema legal impecable y equitativo, parecido al que nos muestran en la universidad. Sin embargo, me encontré con una realidad mucho más compleja y desafiante de lo que me hubiera podido imaginar.
Durante la carrera universitaria vamos creando muchas expectativas e ilusiones de salir al mundo real para ayudar a las personas a través de nuestro conocimiento. La teoría que nos enseñan en la universidad nos hace sentir que las leyes son piezas de un rompecabezas que encajan a la perfección, que el sistema es justo y que existen funcionarios completamente capacitados para ejercer sus funciones. Sin embargo, la realidad es otra: decepción e impotencia al toparnos con una justicia algunas veces arbitraria, funcionarios sin preparación, jueces parcializados, términos que no se cumplen, normas que no se aplican y sanciones que se quedan en los libros.
En mi escasa experiencia, me parece decepcionante ver como los funcionarios que intervienen en los procesos judiciales se van de vacaciones en el transcurso del año, salen a tomar café en horario laboral, no atienden a los usuarios de la justicia o no dan respuesta oportuna. Mientras tanto hay una persona en la cárcel esperando una respuesta sobre su caso, una mujer que desea no volver a ser víctima de maltrato o un niño que aún convive con su abusador. Pareciera que los funcionarios olvidaran que su labor tiene repercusiones directas en la libertad, dignidad y en la vida misma de las personas y, que cada segundo, cada decisión y acción tiene la vocación de generar cambios radicales en los usuarios de la justicia. Con lo anterior no quiero decir que todos los funcionarios sean malos, pero si es necesario desarrollar mucho más la empatía.
El sistema necesita implementar medidas que permitan el avance de los procesos incluso cuando los funcionarios estén ausentes, invirtiendo los recursos necesarios para contratar personal de apoyo que este altamente capacitado para adelantar los tramites que sean necesarios para que los procesos no sufran ningún traumatismo.
Se me ocurre que se podría instaurar un sistema de evaluación, que se realice de manera periódica, en donde se califiquen los conocimientos de los servidores públicos y la forma como desarrollan su función. Sin embargo, la solución más importante radica en que los funcionarios de justicia desempeñen sus labores de forma proactiva porque sus decisiones tienen incidencia en los derechos fundamentales de las personas. Esta conciencia y compromiso son esenciales para garantizar una justicia que proteja la equidad y la dignidad de todas las personas.
Es por esto que aunque el mundo de los abogados penalistas esta lleno de grandes retos y desafíos, decepciones y frustraciones, también está lleno de motivaciones que nos impulsan a luchar por una mejor justicia, en la que la ley se aplique equitativamente para todos. Esta profesión también tiene momentos sublimes que nos recuerdan que elegimos estudiar derecho para luchar por las causas justas y por los derechos de las víctimas y los inocentes.
Paula Silva
@Paulasilva091
Paralegal.