El 25 de diciembre del 91 el mundo y, sobre todo los rusos (o los soviéticos), se despertaron con un discurso de Mijaíl Gorbachov que versaba: “tenemos recursos, inteligencia y talentos, sin embargo vivimos peor que los países desarrollados porque la sociedad está asfixiada por un sistema autoritario”. En esta alocución, el mandatario no sólo anunció su dimisión, sino también la desintegración de la segunda potencia mundial de la época: la URSS.
En ese tiempo la Unión Soviética era el segundo país más poderoso del mundo y por este lado del globo existía una sensación temerosa similar a la que hoy tenemos los millennials con China: ¿en algún momento logrará superar militar y económicamente a EEUU?
La Unión Soviética es como “La Máquina” de River, todos hemos escuchado hablar de ella, sabemos que eran comunistas, que le ganaron a los nazis, que libraron la guerra fría y que influenciaron países del barrio, como el Chile de Allende o la Cuba revolucionaria. Sin embargo, muy pocos conocen los motivos de su colapso.
Mientras EEUU se hundía por la gran depresión, el este comunista de Europa se encontraba en auge. Eran países agrícolas que atravesaban una industrialización acelerada, al punto que hay estimaciones que ubican a la URSS como el país de mayor crecimiento en el planeta por esos días (el PIB no se usó hasta el 37 y por eso son estimaciones).
En 1928 el gobierno trasladó los campesinos de las áreas rurales a las fábricas porque había invertido mucho en ellas y su producción debía ser muy alta, por eso el presupuesto destinado a la industrialización se disparó en un 336% y la producción industrial creció un 170% durante el primer plan quinquenal de Stalin.
Gorbachov nació en ese contexto de crecimiento que no era ajeno a los problemas que empezaba a evidenciar el modelo. La colectivización de la tierra jamás se efectuó bien y esto acabó con los Kulakis (terratenientes zaristas con una agricultura muy productiva), derrumbando la producción de alimentos a una cuarta parte en comparación con 1920. Stalin no era un tipo que manejara muy bien las críticas y reprimió violentamente toda expresión que cuestionara sus métodos, una conducta que Mijaíl jamás avaló por muy “camaradas” que fueran.
Tras el parque industrial soviético se escondía una realidad que el politburó no quería reconocer: la economía comunista tenía una productividad ínfima y la URSS se empezó a estancar en los años 60. ¿Por qué?
Entendamos algo, la economía es una ciencia que enfrenta a la escasez. Cómo no hay de todo para todos todo el tiempo, los humanos no tenemos otra más que asignar recursos de la manera más eficiente posible, así que cualquier modelo económico debe ser capaz de responder tres cuestionamientos: ¿qué producimos? ¿cuánto producimos? y ¿cómo lo producimos? Uno de los pocos economistas que predijo el colapso del comunismo desde 1922 fue Ludwig von Mises en su libro El socialismo.
Mises explica la discrepancia entre un modelo económico libre y uno de planificación central. En la primera los empresarios encuentran problemas para resolver, si lo logran se hacen ricos y si no quiebran, pero ese incentivo genera que el capital se invierta en los sectores más productivos, los cuales son determinados gracias a los precios. Si un precio es muy alto significa que hay mucha demanda del mismo y por consiguiente se necesita oferta.
En una economía planificada las inversiones no responden a criterios económicos sino políticos. En el corto plazo los modelos centralizados pueden dar resultados porque el gobierno gasta a dos manos para activar sectores que no surgirían de otra manera (industria en un país agrícola como Rusia), pero en el largo plazo van a surgir inconvenientes imposibles de detectar, como los precios no existen o están intervenidos transmiten información errada y eso hace que la asignación de recursos sea muy poco eficiente.
Por eso la URSS era la capital mundial de los proyectos megalómanos como Magnitogorsk o el trasvase del mar de Aral, que terminó por secar uno de los cuatro lagos más grandes del mundo. Sin precios, es imposible saber cuántos recursos invertir para que un proyecto sea rentable, jamás sabremos si es mejor hacer las aceras de asfalto, mármol o diamantes y si un vivo dice “nah, capo, diamantes es una desfachatez” es porque recuerda los precios relativos antes de la planificación.
El economista Jesús Huerta de Soto aseguró en una entrevista que el libro más leído en la Berlín comunista eran los folletos promocionales del Sears, el supermercado más popular de la Berlín capitalista, ya que le servía de referencia al millar de gurús económicos que tenía la URSS para calcular los precios de las cosas.
Mises dejó liquidado el debate socialista hace más de 100 años probando la imposibilidad de su aplicación y Gorbachov lo corroboró tiempo después. A la debacle financiera sumemosle la tragedia de Chernobyl, un evento lapidario que enfrentó Gorbachov como mandatario y que derrumbó “la perestroika”, su proceso de modernización, al evidenciar que la URSS estaba condenada y que el Partido Comunista estaba totalmente desacreditado. Incluso en el mismo año de su dimisión, la KGB trató de dar un golpe de estado pero ya era demasiado tarde, cuando le das al pueblo la posibilidad de pronunciarse, sólo quiere una cosa: libertad.