Normalmente las revoluciones se definen como cambios bruscos, violentos y drásticos en aspectos cotidianos, bien sean sociales, económicos o institucionales en una comunidad. Pero tristemente, esa explicación deja por fuera las revoluciones pacíficas. Asociamos los cambios a las armas, creemos que las vías de hecho se justifican para exigir los derechos más esenciales pero desconocemos que al menos, en los últimos 33 años en Colombia, los grandes cambios sociales se han dado sin disparar una sola bala, sin matar al que piensa distinto, sin expresar nuestras ideas con fuego e intolerancia. Se requiere más reconocimiento a aquellos demócratas que creen que los cambios se pueden hacer dentro de lo institucional.
Ustedes se preguntarán a qué voy con todo esto, bueno, el derecho es una ciencia social. Es un grupo de normas que nos deben guiar para poder conseguir los objetivos que como sociedad nos proponemos. La pregunta es: ¿Cuál podría ser una revolución en el derecho? Naturalmente, ninguna con violencia. Esos eran otros tiempos que debieron acabar con la Segunda Guerra Mundial. Les voy a contar lo que creo que sería la revolución pacífica en el derecho, un cambio necesario que generaría un reforma sustancial en cómo la sociedad aprende, entiende y socializa el derecho. Un cambio en el lenguaje, un cambio en cómo los abogados expresamos el derecho, un cambio en cómo le enseñamos a los futuros abogados las normas y el cómo deben explicarlas y aplicarlas, un cambio en cómo los jueces y magistrados deben redactan sus sentencias, un cambio en cómo el gobierno se expresa a la sociedad.
Llevamos siglos en un proceso de perfeccionamiento del derecho pero esto lo ha llevado a un nivel de complejidad donde la comunidad en poco o nada lo entiende. Están huérfanos de entender las garantías más básicas que tienen como ciudadanos. Ese no debería ser el punto de partida, cada ciudadano debe empoderarse entendiendo la manera en como el derecho protege su vida, libertad y seguridad.
Claro, puede que algunos no les guste. Sin duda frente a los cambios siempre existen los que se resisten, pero esto no es violento, esto debe ser algo progresivo. Hay personas acostumbradas a vivir de los monopolios y es claro que los abogados manejamos el monopolio del lenguaje jurídico. Tenemos que entregarle lo básico a la sociedad y dejarnos a nosotros para lo complejo, para lo realmente relevante y necesario.
Estoy convencido que este debe ser el camino, estoy convencido que este es mi objetivo y estoy determinado a que suceda. El derecho debe ser para la gente.