El debate de la marihuana es uno de los más susceptibles del país. Las posturas conservadoras y tradicionalistas rechazan enfáticamente la legalización, pese a los argumentos provenientes de diversos espectros ideológicos como Gabriel Santos (Centro Democrático), Juan Carlos Lozada (Partido Liberal), Juan Fernando Reyes Kuri (Partido Liberal) o María José Pizarro (Pacto Histórico).
El entusiasmo prohibicionista se sostiene por dos razones: miedo a la afectación de la salud pública y el peligro que la legalización traería para los adolescentes pues podrían acceder con mayor facilidad al cannabis.
Enfrentamos un debate más empírico que técnico. Los argumentos en contra de la legalización son más morales que académicos, por lo debemos partir sobre una cuestión: ¿la prohibición ha funcionado para evitar que los jóvenes accedan al cannabis? El consumo no ha hecho sino aumentar, entonces si la estrategia nos falló ¿por qué no buscar alternativas distintas? Otros países han apostado por regular un mercado que seguirá existiendo por mucha prohibición institucional que se imparta, ¿por qué en Colombia no funcionaría?
El estado de Colorado (EE UU) aprobó la marihuana recreativa en 2014, un lapso prudente para que el National Survey On Drug Use and Health realizara un estudio[1] sobre las retaliaciones que trajo el fin de la prohibición y las analizara críticamente. Los resultados fueron publicados en el Washington Post[2] y demostraron un notorio decrecimiento en el número de adolescentes que consumían o habían consumido “baretica”.
Previo a la legalización, entre 2013 y 2014, el 28,81% de los jóvenes ente 12 y 17 años, consumía marihuana de manera reiterada o esporádica, pero periódica. Un año después, en 2015, la cifra decreció hasta 18,35%. Una reducción del 12% en el primer año de vigencia de la medida, tendencia que se mantiene al evidenciar que, en 2017, el consumo de menores cayó al 9,08%.
Ahora, es cierto que el mismo estudio evidenció también un incremento en el consumo adulto (en 2014 fue del 16,8% y en 2015 de 19,91%), pero no se puede responsabilizar la legalización, puesto que el incremento del consumo es constante en todo el país, independientemente de si se da legalmente o no.
Según una encuesta publicada por el PEW Research Center[3], el 52% de los americanos adultos ha consumido hierba alguna vez (más de 129 millones de personas), y de estos un 44% (casi 55 millones), la utiliza frecuentemente. Para 2019, el 67% de los norteamericanos apoyaba el uso recreativo de la marihuana, cifra que aumenta hasta el 83% si además se consulta sobre el factor médico e investigativo.
Entonces, ¿tiene sentido debatir omitiendo la realidad? La legalización se basa en el principio de libertad individual. Cada persona debe tener la autonomía de consumir o no, así como sucede hoy con el alcohol o el cigarrillo. En parte porque ante la evidente popularidad del cannabis, la demanda a desaparecer por obra legislativa y EEUU da fe de eso.
“Pero espere un momento, porque la marihuana es la puerta de entrada a otras drogas” podría decir alguno. Como en el debate del lunes que la oposición llevó un muchacho disfrazado de indigente sosteniendo un cartel que decía: “La mariguana fue my droga de hentrada”.
Desde 2018 la OMS[4] recomendó a la ONU retirar a la marihuana de la Convención de Estupefacientes de 1961, integrada por sustancias “peligrosas y sin valor medicinal”. En Abril de 2018, tres investigadores de la Korea National Police University (Choo, Roh y Robinson) publicaron un estudio llamado Assessing The “Gateaway Hypotesis” en el Jouurnal Of Drugs Issues analizando el consumo de estudiantes de secundaria en escuelas públicas de Tennessee.
Sólo el 15% pasó de consumir alcohol y cigarrillo a marihuana y nada más el 3,5% procedió de la bareta a drogas más duras, lo que responsabiliza más al entorno que a la marihuana en sí. El estudio concluyó que no hay manera de vincular probatoriamente que la marihuana sirva de “puerta de entrada” a otras drogas más fuertes.
Esto no significa que sea inofensiva, como cualquier psicoactivo tiene complicaciones para la salud, lo importante es conocerlas, no dejarse llevar por discursos político y analizar hasta qué punto podría atentar contra la salud pública.
Según el National Institute on Drug Abuse, el consumo frecuente de THC puede desencadenar en afectaciones al hipocampo y la corteza orbitofrontal, regiones del cerebro encargadas de crear recuerdos. Utilizar la droga con mucha periodicidad podría disminuir su capacidad analítica y de aprendizaje de nuevas habilidades. No obstante, al sol de hoy no hay el primer estudio que pruebe que el humo de la marihuana afecte a terceros, como sí sucede con el cigarrillo.
A la fecha no se ha comprobado científicamente la primera muerte por consumo de THC en el mundo[5]. Cifras que contrastan radicalmente con los saldos mortales que dejan otras industrias lícitas.
Para 2017 en EEUU, las muertes relacionadas con consumo de licor fueron 72.558, el 2,6% del total de defunciones en el país. De ese número, casi 34.000 fueron productos de excesos en el consumo o consecuencias meramente clínicas de la ingesta (sin contar factores externos, como un accidente). Así mismo el tabaquismo fue la primera causa de muerte en Estados Unidos en 2016, y actualmente, el cáncer de pulmón diagnosticado en fumadores, acapara más del 25% de las muertes por esta enfermedad en el país.
Y todo esto sin tener en cuenta el factor económico que nos daría para otro blog más. Pero vaya pensando algo ¿no es más fácil hacerle frente al consumo desde la legalidad?
Santiago Román García
[1] http://www.riag.ri.gov/documents/LegalizationofMarijuanaInCO.pdf
[2] https://www.washingtonpost.com/news/wonk/wp/2016/12/21/one-of-the-greatest-fears-about-legalizing-marijuana-has-so-far-failed-to-happen/
[3] https://www.pewresearch.org/fact-tank/2019/11/14/americans-support-marijuana-legalization/
[4] https://www.elespectador.com/noticias/salud/la-oms-cambia-su-posicion-con-respecto-a-la-marihuana/
[5] https://www.drugabuse.gov/es/publicaciones/drugfacts/la-marihuana