Mientras pensaba en qué tema escoger para escribir este blog, me causó bastante curiosidad algunas afirmaciones sobre los diferentes casos penales de connotación nacional e internacional que existen actualmente.
Basta con tratarse de un famoso, noticias en medios de comunicación, publicaciones en redes sociales y filtraciones indeseables de piezas procesales para que muchos con vehemencia defiendan al procesado o deseen su incineración en una plaza pública.
Incluso es muy común ver abogados penalistas que dicen ser acérrimos defensores de las garantías procesales, que en sus redes sociales hacen valoraciones sobre procesos que desconocen.
Estas situaciones no son otra cosa que juicios paralelos que generan una expectativa del deber ser de las decisiones judiciales. Lo más preocupante es que las sentencias que no se ajustan a los estereotipos sociales o a la editorial del medio de comunicación, generalmente, terminan con ceremonias de degradación que atentan contra la honra y buen nombre del juez o del mismo acusado.
Independientemente de lo anterior, hemos aprendido que no se debe condenar ni creer sistemáticamente a nadie.
Hay que analizar cada caso con la mayor rigurosidad, se debe esperar que avancen las indagaciones y que los jueces tomen las decisiones que en derecho correspondan.
El llamado es a respetar los derechos de las víctimas, a exigir que los hechos plasmados en las denuncias sean investigados con todo el profesionalismo y que las instituciones ofrezcan el apoyo médico y psicológico que corresponda.
El llamado también es a respetar los derechos del procesado, su presunción de inocencia, su derecho a presentar y controvertir las pruebas que existan en su contra; pero sobre todo a no hacer afirmaciones sobre hechos que no han sido debatidos en escenarios judiciales. No se debe olvidar que todas las personas tenemos las mismas garantías independientemente de la ideología política, religión o cultura.