Todos somos colombianos

Como consecuencia del inconformismo de muchos colombianos frente al manejo político, social y económico dado al país, durante los últimos tres años hemos podido ser testigos de fuertes estallidos sociales liderados principalmente por los más jóvenes, quienes al fin y al cabo son los que guardan la esperanza de un cambio y están llamados a gestarlo.

En este sentido, el control político ejercido a través de la protesta social es una herramienta válida y eficiente para garantizar los derechos de todos los colombianos cuando están siendo transgredidos. Tan es así, que nuestra misma Constitución ha enmarcado la protesta como un derecho inherente a todo ciudadano.

Sin lugar a duda, nuestro país necesita un cambio estructural que rompa con todos los estigmas, prejuicios e injusticias que vivimos los colombianos. Sin embargo, el problema radica en que buscamos cambios a través de la violencia y no hemos sido capaces de comprender e interiorizar que ese no es el camino para avanzar como sociedad y para construir la Colombia que todos anhelamos.

Irónicamente pareciera que cada acto de intolerancia nutriera la idea colectiva equivocada de creer que para hacerse escuchar y lograr una transformación real del país, es necesario imponerse sobre el otro, incluso con el uso de violencia física, económica o verbal. Hemos sido testigos de agresiones brutales en contra de policías y bienes públicos. También hemos presenciado excesos de la fuerza pública en contra de ciudadanos que protestan pacíficamente. Recientemente, vimos a los indígenas Emberá arremeter indiscriminadamente contra dos uniformados, gestores de paz de la alcaldía de Bogotá y contra bienes de particulares.

Si queremos generar un cambio, tener un país justo y con oportunidades, hay que empezar por lo personal; replanteando la manera de actuar frente a los demás, dejando de ver la paja en el ojo ajeno y reconociendo la viga en el propio. Basta de competencia, de buscar ventajismos sobre los demás. Suficiente violencia hemos tenido durante los últimos 60 años. Es necesario trabajar de la mano para materializar el propósito común de lograr una Colombia mejor.

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