Esta sociedad está llena de hipocresía por indiferencia y por oportunismo. Hipocresía frente a la violencia de género. Hipocresía frente al maltrato a nuestras mujeres. La indiferencia es depreciable. Dia a dia vemos como violentan física, psicológica y sexualmente a las mujeres de esta sociedad y nos callamos porque creemos que las mujeres deben soportarlo. Familiares señalan a niñas, las encierran en las esquinas de la estigmatizacíon cuando miembros de su propia familia, los mismos llamados a protegerlas de todo mal, las violan impunemente. Esta sociedad es tan miserable que incluido llegamos a señalarlas como instigadoras de los crímenes que comenten en contra de ellas. Mueren mujeres de todas las edades cuando no se ajustan a los roles que una sociedad machista les ha atribuido. El machismo inmerso y enterrado hasta los tuétanos de nuestro comportamiento, nos lleva a ser indiferentes.
El oportunismo hipócrita es el de los políticos. Todos aquellos, incluso siendo mujeres, tratan de apaciguar las expectativas de justicia con soluciones inertes, estériles. Cada vez que una niña o una mujer muere producto de un abuso, son los primeros en trinar exigiendo penas más duras. Piden cadenas perpetuas y de muerte conociendo que son medidas que no funcionan, no previenen y no salvan vidas. Les importa la vida de las mujeres cuando esta ya no existe. Se acuerdan de las niñas cuando ya han sido violadas y sus estigmas permanecerán toda la vida.
Ojalá esas medidas estériles hubieran funcionado para salvar a Yuliana o a Gabriel asesinado por su papá para “castigar” a su madre por dejarlo. Ojalá todo esto hubiera salvado la vida de Karen, que como muchas mujeres en Colombia, se suicidó al no poder aguantar el maldito trauma que su abusador dejó.
Hace mucho tiempo que las políticas pública son insuficientes. No hay prevención, nadie quiere prevenir el delito, solo castigarlo. Las comisarías de familia, las fiscalías y los juzgados están atiborrados de casos y en medio de los expedientes se va la humanidad y la empatía que deben tener con cada víctima. Cómo si la soledad de vivir con tu agresor no fuera suficiente.
Esta sociedad debe abrir los ojos y exigir verdaderos cambios para que sus mujeres dejen de seguir muriendo por el simple hecho de ser. Hay que escuchar más para que las dejen de violar por el simple hecho de existir. Esto nos concierne a todos. Hay que dejar de lavarse las manos y esperar tragedias para ser conscientes de una realidad que pretendemos tapar con los dedos. Entiendan, analicen, vean y escuchen que los símbolos de alerta siempre están ahí. Tómense con seriedad las denuncias. Créanle a sus hijas, hermanas y madres. Exíjanle al derecho y a las autoridades. No las sometamos al escarnio ni a la indiferencia.
Yo, humildemente, ofrezco mi consejo, mi guía para que sus denuncias puedan estar bien encaminadas. No están solas. No deberían estarlo.
Juan José Castro Muñoz.
Socio director.
Abogado penalista.