Los líderes de la desinformación

Es absolutamente innegable que el influjo de los medios de comunicación masiva, y en especial, las redes sociales, revolucionaron la forma en la que nos relacionamos con el mundo, la sociedad y las personas. Se volvió un purgatorio necesario, por el cual circula toda la información. Muchas veces sin filtro, las personas opinan abiertamente sobre distintos temas. Lastimosamente, la limitación de los caracteres, en la gran mayoría de los casos lleva una relación directamente proporcional con la ligereza y la falta de fundamentación de los postulados.

Pero existe un grupo especial que dolosamente manipulan la información para generar estados de zozobra, miedo, alteración y desazón sobre situaciones jurídicas, descontextualizando figuras del derecho, matizándolas a sus objetivos políticos.

Se valen de la histórica incapacidad estatal en explicar el derecho bien sea por olvido, omisión o desidia para desfigurar instituciones jurídicas y con esto materializar objetivos políticos de una manera espuria. En el camino quedan solamente dardos, ya que el panorama judicial es distinto, pero en su alud desinformativo confunden a los millares de seguidores generándoles una visión del derecho parcializada e ignorante. Ignorante no es el que no sabe, si no el que habla de lo que no sabe.

Ejemplos pululan en las redes. Hablan con propiedad banal de figuras como el allanamiento, pero por su formación saben que se refieren a registros. Expresan su apoyo irrestricto a la cadena perpetua, teniendo a sus manos información sobre la imposibilidad jurídica, ética y práctica de esta iniciativa. Exigen medidas de aseguramiento donde no proceden, atentando abiertamente contra la independencia y la imparcialidad judicial. Desconocen principios constitucionales como la presunción de inocencia, la igualdad material ante la ley y el debido proceso, claro, las garantías solo existen cuando ellos son los procesados. Vilipendian la justicia a su antojo y sin ningún sonrojo.

No es un tema de no conocer la información correcta, si no que ésta no les sirve. El sistema judicial y en particular, el sistema penal colombiano, se volvió un caballito de batalla, un simple medio para conseguir fines políticos, pero esto es un cáncer que ha devorado la estructura y los cimientos esenciales para el funcionamiento del sistema. Efectos secundarios de esta enfermedad son el proselitismo y populismo punitivo, la congestión judicial y la rampante impunidad. Después son los mismos causantes de la enfermedad los que se lavan las manos asombrados por el hacinamiento carcelario.

Como si el panorama no fuera desolador, cada vez somos menos los que, con la convicción propia de los principios, nos oponemos a una aplanadora populista que piensa demoler los escuálidos barrotes que sostienen el andamiaje judicial. Nos tildan de locos y criminales. Pues si ese es el calificativo que nos ganaremos por buscar que el sistema respire, pues bienvenidos todos los improperios y ofensas. Pero señores abogados y en especial los penalistas, luchemos por el sistema, por sus verdaderos dolientes, que así sea a punta de granos de arena, tendremos la conciencia tranquila de dar luchas pírricas a favor de una pasión tan humana, como olvidada en tiempos de corrección política, la justicia.

Destacado: “Vilipendian la justicia a su antojo y sin ningún sonrojo”.

Juan José Castro Muñoz
Abogado penalista

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